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Intervención del Defensor del Pueblo de Navarra en el Foro Social de Lokarri.

20 junio 2014

Buenas tardes, arratsalde on.

Muchas gracias a Lokarri, eskerrik asko, por su invitación a este Foro Social que hoy se centra en la participación de la ciudadanía de Navarra.

Como ha expuesto Floren Aoiz, este término de proceso de paz es objeto de debate e incluso de negación por quienes sostienen que no hay un proceso de guerra o de conflicto, sino expresiones de violencia de un grupo sobre los ciudadanos.

Voy a soslayar este debate porque considero, en cualquier caso, positiva la invitación a la institución que represento acerca de la ciudadanía de Navarra como agente.

Como ustedes saben, Navarra puede ser vista de dos maneras muy diferentes y contrapuestas.

Como un objeto, en el que primaría la visión de Navarra como un territorio con una historia del que apropiarse o retener y en cuyas cimas o lugares se ponen banderas o señales para marcar propiedades o unas determinadas ideas. Lo relevante es el territorio y la legitimidad histórica sobre el territorio.

La otra visión ve a Navarra como un sujeto, en el que prima la visión de las personas que la habitan y que son quienes viven en un espacio determinado, porque han nacido en ese espacio, estudian, trabajan o residen. Son esas personas las que importan más que el territorio en sí.

A mi modo de ver, durante décadas ha predominado y todavía predomina en una gran parte de la sociedad la primera de las visiones, la de una Navarra como objeto de disputa entre unos y otros. Pero últimamente se va abriendo la segunda visión, la de Navarra es un sujeto colectivo, una nación en el sentido originario y cultural, y no en el sentido político, de la palabra de personas con un origen común (natio) y con una voluntad de comportarse como una colectividad que decide convivir juntos, en la que prima la importancia de los ciudadanos y ciudadanas de Navarra y de ahí las consideraciones acerca de su voluntad.

Quien les habla es, desde luego, más partidario de esta segunda visión que de la primera. Como ciudadano y navarro, y también, con toda humildad, como demócrata (por seguir la frase de Lincoln de el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo), creo que quien tiene que decidir en todo momento su destino, cualquiera que sea este, es la ciudadanía navarra.

Les decía que el término proceso de paz es discutible y discutido por muchas personas. Y también creo que puede ser discutible y discutida la misma expresión participación de la ciudadanía de Navarra en el proceso de paz, porque creo que más que participación, lo relevante es la decisión de la ciudadanía de Navarra en cada momento y en cada asunto que le atañe.

A mi juicio, la sociedad navarra reclama ese derecho a elegir su destino, pronunciándose o incluso pudiendo no querer pronunciarse en el sentido que unos quieran. Pero en todo caso esa sociedad reclama su derecho a decidir ella lo que mejor le conviene y no a que otros decidan por ella. En eso creo que es muy mayoritaria la opinión de los navarros y navarras.

Por tanto, a la primera de las preguntas que se formulan acerca de si es positiva o no la participación ciudadana de Navarra, la respuesta es SI, incluso añado más, digo que es obligada la participación y la decisión de los ciudadanos de Navarra en cualquier asunto que les afecte.

Cuestión distinta es ver qué mecanismos e instrumentos son los más adecuados para que esa decisión de Navarra se produzca. Pero el punto de partida, a mi juicio, en este y en otros temas que le puedan afectar, es que Navarra, entendida como sociedad, pueblo, nación, comunidad, colectividad o sujeto, debe decidir ella su propio destino, como lo quiera solo ella y ante todos. Todo lo que no sea eso, creo que será crear o agravar problemas, incurrir en errores y enquistar voluntades.

La segunda pregunta que se formulaba en el guión era qué aportación positiva y específica puede hacer Navarra o la sociedad navarra, y qué obstáculos puede identificar, así como de qué manera se pueden superar esos obstáculos.

La aportación positiva y específica es, como he señalado, la de oír, dejar decidir y atender a quien es sujeto y agente de la acción y cuya decisión es clave en cualquier asunto que afecte a Navarra. La sociedad navarra es un sujeto jurídico y político y debe no solo tenerse en cuenta su expresión, sino respetarse lo que acuerde.

Como en todo proceso de oír a una sociedad, los obstáculos son varios: no dejarle decidir o pronunciarse a la ciudadanía navarra, falsear su voluntad convirtiendo lo dicho en unas elecciones en lo que no es el objeto claro y específico de la cuestión, radicalizar la cuestión mediante miedos, amenazas, coacciones en vez de explicar pros y contras, apostar por los extremismos, etcétera.

A mi modo de ver, uno de los mayores riesgos que se corre, si no se ha caído ya en él y exigirá muchos años cambiar la situación si no se actúa con cierta inteligencia y habilidad, es el de la división de la sociedad navarra en dos comunidades separadas ideológica e incluso territorialmente y en determinados momentos enfrentadas. La división de una sociedad en dos bloques no es nada raro: existen gentes de izquierda y de derecha, nacionalistas y no nacionalistas, centralistas y federalistas o confederalistas, gentes de un pueblo y de otro, con distintas lenguas… El problema es que los dos bloques se radicalicen sobre sí mismos y lleguen a buscar la anulación o eliminación del otro bloque y el enfrentamiento personal a través de distintas formas: jurídicas, físicas, económicas, simbólicas, etcétera.

El problema de dos comunidades enfrentadas sobre un mismo espacio es serio. Lo vemos en muchos lugares cercanos: Irlanda del Norte, Bélgica, Israel-Palestina… Puedo pecar de exageración y de alarmismo injustificado, pero tengo la impresión, espero y deseo que equivocada conforme el tiempo pase, de que en Navarra se avanza, si no se está ya, ante dos comunidades formadas por distintas formas de pensar y con comportamientos diferentes, que cada vez se radicalizan, en el que existe el peligro del extremismo y la anulación. Y eso me preocupa.

Cómo se puede superar este problema:

Una solución, que en modo alguno propongo y que sí que rechazo, es la de la división territorial: unos al norte, otros al sur y trazar un muro –que no tiene que ser necesariamente físico- entre ambas partes, como el muro de Berlín, el muro de Cisjordania o las alambradas del Ulster. Estos muros y límites no nacieron solo por razones de enfrentamiento físico, encubren, sobre todo, una separación ideológica: tú y tus ideas allá, y yo y mis ideas aquí y no me molestes, y no se te ocurra traspasar la frontera.

Otra solución, que es la civilizada, es la de la profundización de la democracia como valor en sí mismo: la igualdad de proyectos de futuro, la igualdad en la exposición de esos proyectos, la igualdad en la información, la igualdad en el voto (una persona, un voto), el respeto a la decisión, la búsqueda de acuerdos para que todos quepan de la manera más cómoda e identificada en un marco común de convivencia, todo ello en un clima pacífico y de alto nivel cultural.

La cultura de la democracia, de la paz como camino (emulando a Gandi), la renuncia a la violencia, el respeto a la dignidad de las víctimas, el respeto a la pluralidad, o la búsqueda de soluciones a problemas, conflictos o situaciones, adaptadas a las circunstancias propias del lugar sobre esos valores comunes de la democracia, son las claves generales de la convivencia integradora que luego hay que concretar.

En el caso de Navarra, incluso diría que, sentado el respeto a que la ciudadanía navarra es la dueña de su destino, lo principal es evitar radicalismos y fomentar puentes de entendimiento sobre puntos comunes para posibilitar la convivencia integradora y no solo el vivir coincidiendo en un mismo espacio. Sí me pidieran un consejo y me dijeran que apuntara lo más importante, para mí sería que la sociedad navarra tuviera un proyecto de convivencia común e integrador para todos los navarros y navarras, desde el respeto a la pluralidad (aquí, primero, cabemos todos y, segundo, todos podemos hacer lo que queramos), en paz, sin odios, sin buscar la eliminación de lo que le importa al otro.

Es decir, que los ciudadanos navarros puedan tener un espacio propio en el que expresarse y que todas esas expresiones sean respetadas (más aún que simplemente toleradas).

Para crear ese marco común con espacios propios y sin más diferencias que las culturales, es preciso fomentar mecanismos de diálogo, puentes entre distintos, elementos y valores comunes, ceder en extremos o en determinados puntos y respetar lo diferente sin anular lo contrario.

Para mí la pregunta clave es qué cederíamos al otro para que Navarra fuera la casa de todos los que en ella viven y pudiéramos convivir juntos, armónicamente, felices y por muchos años. ¿Qué seríamos capaces de dar, hacer o no hacer, para que todos podamos estar cómodos en Navarra y que nadie se sienta excluido o llamado a derrumbar un lugar de encuentro de generaciones?

Ese creo que es, al menos para mí, el principal reto que tenemos en estos momentos.

Hay una tercera pregunta en el guión que me han facilitado:

¿Qué espacios o iniciativas existen en Navarra para la participación? ¿Cómo podrían reforzarse o potenciarse? ¿Podrían crearse nuevos espacios o iniciativas?

En Navarra existe un foro institucional donde es posible, por la iniciativa de unos y otros, debatir y decidir acerca de cualquier iniciativa política. Es el Parlamento de Navarra. Para mí es un buen parlamento, activo y representativo, donde están presentes y tienen voz las principales sensibilidades de Navarra, conocerse su peso social, debatirse todas las ideas y adoptarse acuerdos al respecto, incluso en forma de leyes.

Y es un foro necesario. En el conflicto del Ulster se vio como parte de la solución la creación de una asamblea representativa de la voluntad del conjunto, elegida democráticamente. Y el parlamentarismo es un sistema de debate de los problemas políticos y sociales, como lo refleja la palabra parlamentar.

Con todo, ¿es suficiente? Pues, probablemente, no. Pero tampoco debe desecharse como lugar donde alcanzar acuerdos.

¿Deben crearse espacios e iniciativas nuevas? Sí.

  • Mesas, talleres o paneles sociales de opinión y exposición (huyo de la expresión debate, que enseguida radicaliza cualquier opinión en A y en B, como si todo en la vida fuera blanco o negro), que cuenten con personas con autoridad en la sociedad. Catedráticos, expertos, escritores, artistas, personas interesadas, que quieran participar y dar, en un ambiente sereno, su visión o su opinión, representantes de movimientos ciudadanos, organizaciones pro derechos humanos...

  • Me parece positivo crear estos espacios de reflexión serena, de desvestirse del ropaje del guerrero para, en un ambiente tranquilo y apacible, poder hablar (parlamentar) de las cosas, con calma y sin apasionamientos.

  • Y que en ellos pueda participar gente de la sociedad civil desprovista de etiquetas políticas.

  • Para crear conciencia y cultura democrática.

  • Realizar encuestas o sondeos a la población civil para conocer y difundir su opinión.

  • Recogidas de firmas sobre asuntos.

  • Crear un Observatorio formado por personas independientes que observe con objetividad cómo evoluciona la realidad y la analice.

  • Estudiar y promover mecanismos de democracia directa, como consultas a los ciudadanos de los asuntos que les afectan, promoviendo una ley de consultas, para que puedan expresar su parecer sobre temas concretos de interés para Navarra, a partir de experiencias como las de Suiza o de los Estados Unidos de América (por ejemplo, California), en donde se formulan consultas a los ciudadanos sobre temas de su interés a partir de la solicitud por un determinado porcentaje del censo electoral (el 1% que establece, por ejemplo, la Constitución suiza). Existe un temor a la participación, como si el pueblo no fuera maduro, cuando quienes no son maduros son quienes prohíben esa participación.

En fin, creo que pueden buscarse muchos mecanismos de participación ciudadana y no necesariamente alternativos ni excluyentes para que los ciudadanos de Navarra se expresen y pronuncien con madurez y serenidad sobre cualquier asunto que les afecte.

Eso es, en definitiva, la democracia, el gobierno de los ciudadanos conforme a los valores de pluralidad, respeto y participación en libertad plena e igualdad, en aras de los intereses comunes y generales de ellos y solo de ellos.

Muchas gracias. Eskerrik asko.

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